miércoles, 20 de febrero de 2013

Desilusión

No puedo permitirme la desilusión. Ni quiero ni puedo.

Entre otras cosas, porque si empezamos a verlo todo negro, el barco no tardará en hundirse.

Aunque a veces me fallen las fuerzas y las ganas...
Aunque a veces no vea la luz...
Aunque a veces las voces contrarias parezcan cobrar vida, ahogando mi propia voz...
Aunque a veces sienta que no vale la pena, que no progreso...
Aunque a veces me ahogue en errores, críticas y absurdos...

Aún así, no puedo desilusionarme. Porque ya no lucho por mí misma, sino por ti, mi pequeña.

Porque mi único sueño es tu felicidad, presente y futura.
Porque esta lucha no tendría sentido sin tu sonrisa.
Porque quiero aprovechar mis errores para que aprendamos juntas.
Porque nadie tiene derecho a decidir cuánta cantidad de tiempo nos merecemos.
Porque tienen que entender, no les queda otra, que el amor está muy por encima de todo.
Porque si sigo (seguimos) luchando, pero con garra, seguridad, convencimiento y ganas, podré dormir tranquila, sabiendo que hice todo lo que estuvo en mi mano para que tú, y las de tu generación, no tengáis que arañar vuestros derechos.

Seguiré luchando, no te quepa duda.

Aunque hoy parezca que no me quedan fuerzas.

Tu sonrisa me las da.

sábado, 16 de febrero de 2013

Soy intolerante

Hoy escribiré una entrada políticamente incorrecta.

Porque necesito "sacar" todo esto, porque estoy hartita de poner buena cara y callar.

Básicamente, como siempre, porque me da la gana.

Como a todas las mujeres, ser madre me cambió la forma de ver la vida. Empecé a ser otra, mis ojos ya miraban diferente.

Casi todo ese cambio ha sido para mejor. Pero hay una cosa no tan buena que me trajo el embarazo y se ha quedado conmigo después: no consigo ser tolerante.

Soy intolerante con quienes se empeñan en darme consejos no pedidos, amparándose en una experiencia de 30 años atrás.
Primero, cada niño es distinto, cada madre también... Y, sobre todo, ¡no me importa tu opinión! (lo sé, ya avisé, decir todo esto no es políticamente correcto...)

Soy intolerante con pediatras que reniegan de la lactancia materna. Con ese pediatra que hoy mismo le ha dicho a mi prima (casi hermana) que su hija coge muy poco peso "por culpa de que sigue tomando teta, y ¡tiene ya 15 meses!".
Se supone que debe apoyarle, asesorarle, guiarle, ¡pero no asustarle y culpabilizarle!
Que sí, que la niña es menuda (y prematura, de 34 semanas), que come poquito... ¡pero está sanísima y muy muy feliz!
No soy capaz de tolerarlo, no puedo soportar que le meta el miedo en el cuerpo, que le haga plantearse que hace mal, cuando en realidad le está ofreciendo a su pequeña el mejor de los alimentos.

Hay otra cosa más que soy incapaz de tolerar, y sé que es un tema que levanta ampollas... Y por eso llevo tiempo esforzándome en comprender.
Soy intolerante con esas ma(pa)dres que optan por el "adiestramiento".
Mi conciencia no deja de repetirme que debería respetar la elección de cada uno.
Evidentemente, jamás faltaría el respeto a estas madres, porque no se lo falto a nadie, y además estoy convencida de que creen que es lo "mejor para el futuro de su hijo". Así se lo vendieron, así lo creyeron.
Jamás les diría nada... precisamente porque a mí no me gusta que opinen y juzguen lo que hago.
Solo digo que soy incapaz de tolerarlo.

Porque veo sufrir a esos bebés. Les veo llorar sin ser atendidos, ser castigados por cosas de las que ni siquiera son conscientes. Y, de acuerdo, cada uno es libre de hacer con su hijo lo que quiera, pero... ¿no está el límite en el sufrimiento humano?

He intentado ponerme en el lugar de esas madres. Y, aun desde allí, no consigo comprender.
Porque puede que ellas tampoco estén de acuerdo con que yo duerma con mi peque, o con que la lleve "a un beso de distancia" (maravilloso eslogan de Brazos y Abrazos, estupendos asesores de porteo, pásate, lo recomiendo). O con que no le grite ni castigue, o me empeñe en respetar sus tiempos, ritmos y espacios... ¡Pero mi hija no sufre con ello!

Quiero dejar de sufrir con este tema, y quizá este desahogo me ayude en eso.
Pero, de momento, mi corazón late con fuerza e indignación cada vez que veo un niño ignorado, castigado, insultado por los seres que más deberían cuidarlo y protegerlo.

Intento mirar para otro lado, pensar que es decisión de sus padres, que son libres de elegir...
Pero no puedo evitar que me asalten unas ganas irrefrenables de gritarles que se equivocan.

Como sé que no soy nadie para opinar, y mucho menos para dar lecciones, seguiré callando.

Y me seguirá indignando ver un bebé sufrir.

Seguiré sin tolerarlo.