martes, 30 de diciembre de 2014

Vértigo

Te observo reír, tranquila, y siento vértigo. 

Pienso en el futuro y tiemblo de miedo. 

Te veo imitarme orgullosa, aunque sea un gesto nimio, y me puede la responsabilidad. 

Es tan enorme esto de ser madre... 

Acompañarte en el camino sin perder mi norte, aconsejarte solo cuando lo pidas, felicitarte cuando lo merezcas, corregirte sin reproches. 

Lucho por convertirme en un bonito recuerdo. Que me pienses y te nazca una sonrisa. 

Solo acompañarte en el camino, sin hacer de guía, sin quedarme demasiado atrás. 

A veces me puede el temor a lo desconocido, el no saber cuánto vas a necesitarme. Si me olvidarás, si me echarás de más. 

Te miro con 3 años, y te veo con 20. 
Cómo me vivirás. 
Cuánta paciencia me quedará, cuánta habrás acumulado tú. 
Y los reproches... ¿Cómo los lidiaremos?

Vuelvo a mirarte entonces. 
En los 3. 
Y sonríes hasta con la mirada. 
Quizá vayamos en buen camino. 
Solo quizá.

Si dentro de unos años sientes que no era el correcto, te quedarán mis letras de perdón. Y la certeza de que lo hice lo mejor que supe. 

Te amo tanto que a veces duele. E incluso ese dolor te agradezco. 

Me haces grande, no sabes cuánto. 

Recuérdalo siempre... Incluso con 20. 

Aunque te dé vértigo. 


domingo, 23 de noviembre de 2014

¿En qué momento nos deshumanizamos?

Tuve a mi hija con todas las consecuencias. 

Sabía que los primeros años dormiría poco y mal. 
Que tendría rabietas.
Que soltaría palabras fuera de lugar delante de desconocidos.
Que no se quedaría sentada y quieta en un restaurante. 

Sabía que no tendría por qué ser fácil. 

Quizá por eso no suelo perder los nervios cuando pasa. Por eso y porque siempre, siempre, me pongo en la piel de mi hija. Siempre intento adivinar su sentimiento. Por eso le atiendo cuando lo pide, le explico mil porqués, le calmo cuando llora (aunque sea por una cabezonería), le justifico todos mis no. 
Le ayudo a identificar sensaciones, le enseño a ponerse en el lugar del otro cuando hace algo que puede resultar molesto. 
Su llanto me duele como si fuera mío. Necesito calmarlo siempre, sin excepciones. Sé que cuando reclama mi atención es porque lo necesita, no porque le apetezca sin más. Ignorarla en ese momento sería desatender sus necesidades y eso está incluso penado, digo yo. 


Y tú... ¿Qué pensabas cuando decidiste tener a tu hijo? ¿Creíste que sería un mini adulto educado y obediente desde el primer día? ¿Por eso pierdes los nervios, le castigas y le das azotes? ¿Por eso ignoras su llanto sin inmutarte al menos "por fuera"? 
¿En qué momento pensaste que no necesitarías la paciencia? ¿Creíste que tu vida no cambiaría ni un poquito? ¿Pretendías seguir con tu día a día sin interrupciones? ¿Por eso te molesta? ¿Crees que no le duele un azote? ¿Por qué crees que hay que domesticarle? ¿Acaso no ves claramente que necesita más guía y menos recriminaciones? 

No sé en qué momento nos volvimos inmunes a ese llanto de bebé, de niño. 

No sé cuándo nos deshumanizamos. 

Pero me da pena, mucha pena. Y terror. Si somos capaces de ignorar las necesidades de un ser indefenso... ¿a dónde podemos llegar? 

Ojalá recapacitemos. 

Ojalá empecemos a cuidar de nuestros niños, de nuestros mayores, de nuestros seres cercanos,  de los lejanos, del ser humano. 

Ojalá veamos que así solo vamos a la deriva. 

jueves, 23 de octubre de 2014

Quizá no has entendido nada...

Dices que "dejo a mi hija hacer lo que ella quiere". Y, con eso, veo que no has entendido nada, que me lees a veces (creo), pero sigues sin comprender.  Que me oyes cuando te explico, pero pocas veces me escuchas. Que no he sabido hacerme entender. 
Me duele tanto que pienses así, que voy a intentar explicarte realmente qué es lo que hago. 

No es que me deje arrastrar por los deseos de mi hija, solo es que SOY CONSCIENTE  del peso que tiene mi forma de relacionarme con ella en su futuro como adulta. 

Ella siempre está en el centro de mi vida. Me pienso mil veces las palabras, los actos, sus consecuencias... Mi meta es ser su ejemplo.

Si es que, al final, creo que la diferencia más grande entre tú y yo es que tú ves al niño como un tirano que hay que conducir al buen camino para que no te "tome el pelo", y yo lo veo como un ser humano, con sus sentimientos, pensamientos, manías... Al que me gustaría dar herramientas que le guíen, para que sea un adulto sereno y capaz de resolver sus problemas por sí mismo. 

Lo que tú llamas ceder, yo lo llamo negociar. Cuando acepto su propuesta de ropa, comida o lo que sea (sobra decir que jamás se acepta una propuesta peligrosa), le estoy enseñando que su opinión cuenta. Que tiene que luchar por lo que piensa, aunque no siempre gane. Que no es menos que nadie, pero tampoco más. 
Le estoy enseñando que tiene voz y voto, que sus gustos tienen que ser respetados, que tiene que aprender a decirlos en voz alta. No a imponerlos, solo proponer sin miedo. 

No podrás negarme que aprender a negociar es una muy valiosa herramienta, que le ayudará en todos los ámbitos en su vida adulta. 

Me gusta abrazarle fuerte cuando más llora, incluso cuando no entiendo por qué lo hace. Sí, tú quizá le llamas rabietas. Yo veo que mi hija sufre, se frustra por algo que no es capaz de comprender, por mucho que yo desde mis ojos de adulta lo vea clarísimo. La abrazo fuerte, le pregunto qué siente y cómo podemos solucionarlo. Las pocas veces que ha sucedido, lo hemos arreglado en segundos. Sin más dramas. Ella sabe que estaré incluso cuando no la entienda. Sabe que mi abrazo no se lo negaré jamás. A todo esto tú lo llamas "tomarme el pelo". Son distintas formas de verlo... Pero mi corazón me grita que vamos por buen camino. 

Sí, el NO se escucha en casa. No tantas veces como a la gente que piensa como tú le gustaría. Pero se escucha. Cuando aprendemos modales ("los pies no pueden subirse a la mesa mientras comemos"), cuando evitamos peligros ("mejor no trepes por el sofá, podrías caerte"), cuando aprendemos convivencia ("ahora no puedes cantar tan alto, es de noche y los vecinos duermen"...). Los otros NO, esos que se dicen por inercia, esos NO que se repiten sin ton ni son, esos tratamos de evitarlos. Como adulto, sabes que empezar muchas frases por NO hacen que seamos más negativos... Quizá con los niños ocurra exactamente lo mismo (¿por qué nos empeñamos en verlos como "seres" distintos a nosotros?). 

Me gusta explicarle mis motivos cuando me enfado, estoy triste o lloro. No suelo esconderle emociones, es más, me esfuerzo por ponerles nombre. ¡Lo que nos cuesta a los adultos hacerlo! Quizá si les enseñamos desde niños... Solo quizá... 

No creo en el castigo, en ninguna de sus formas. A mí jamás me enseñó nada un castigo. Nada bueno, al menos. Quizá sí me enseñó que cuando más comprensión necesitaba, se me dejaba sola. ¿Eso quiere decir que no le digo nada cuando hace algo incorrecto? Por supuesto que no. Me agacho, para ponerme a la altura de sus ojos, y aprovecho para decirle qué consecuencias tiene eso que ha hecho, cómo me hace sentir, y por qué no debería volver a hacerlo. Seria, firme, pero sin un grito. Tampoco los veo necesarios. Quizá porque yo misma odio que me griten. 

No, en su cole no van con taparrabos ni se mueven con lianas. En su cole les respetan. Les enseñan valores, además de los conocimientos clave. Aprenden a convivir, a relacionarse, forjan su personalidad, con fuerza, para que sea capaz, en el futuro, de enfrentarse a lo que venga. Para ello, despiertan su interés a través del juego, de las risas, de su curiosidad innata. Lo que aprendemos jugando lo guardamos para siempre en nuestra mente... Creo que estarás de acuerdo conmigo, al menos en eso. 

Es verdad, mi hija duerme con nosotros siempre que quiere (ojo! No cuando yo quiero, sino cuando ELLA quiere). Y, aunque sé que tú conoces muchos adolescentes con problemas, que con 15 años no quieren despegarse de la cama de mami... Te juro que yo no conozco ni uno. Mi hija sabe perfectamente que tiene su espacio, su habitación preciosa, con su cama "de mayor", como ella la llama. Tiene temporadas en las que quiere dormir ahí, y otras que prefiere el calor de mami. Hay veces en que la veo unas 2h en todo el día... No seré yo quien la culpe de necesitar mami. Ni quien se lo niegue para que "no se acostumbre", evidentemente. 
Pocos adultos disfrutan durmiendo solos. Estoy segura de que en un día duro buscas el abrazo cálido de tu marido al caer la noche... No veo tantas diferencias...

Todo puede resumirse en una máxima que me descubrió mi querida Let, y que se ha convertido en el eje principal de nuestro día a día: 

"NUNCA LE HAGO A MI HIJA ALGO QUE NO LE HARÍA A UN ADULTO".

Si tú lloras, te consolaré. 
Si te equivocas, te perdonaré. 
Si no te apetece comer ese guiso estupendo que acabo de hacerte, no te obligaré. 
Si decides vestir con una camisa amarilla y un pantalón verde, no seré yo quien juzgue tu gusto. 

Pon un millón más de ejemplos... Y todos te llevarán a lo mismo: TE RESPETO. Soy consciente de que eres un ser diferente a mí, ni mejor ni peor, y acepto esas diferencias, buscando el encuentro. Porque quiero lo mejor para mí, para ti, para las dos. 

Eso, exactamente eso, es lo que hago. No te lo permito todo, hay límites lógicos que nos ayudan a convivir, a aprender, a crecer. 

Se trata solo de eso. Respetar al otro. Sea adulto o niño. 

Igual lo que "siempre se ha hecho" no es lo mejor... O sí, no lo sé.
Pero dame permiso al menos para ponerlo en duda, sin juzgarme... 


sábado, 18 de octubre de 2014

Me gusta mi vida

Me gusta mi vida. 

Sí, podría hacer muchas cosas mucho mejor, pero me gusta mi vida. 

No me queda ningún te quiero en el tintero, ningún abrazo, ningún beso. 

He aprendido que nada es eterno, que todo pasa. Y todo llega. 

Podría organizar mejor mi tiempo, perderlo menos.
Pero, en general, me gusta mi vida.

Me rebozo en el suelo cuando lo pides, canto a voz en grito, bailo hasta caer exhausta, salto en los charcos. 
De acuerdo, solo contigo... Pero es que tú eres mi vida. No hay nada más allá de ti, no lo quiero tampoco, no lo necesito. Me completas.

Desoigo consejos que no pido, lucho por no estancarme en la queja, me miro desde tus ojos, no sea que desde los míos se distorsione el concepto. 

A veces confío demasiado en el mundo, porque me es más sencillo, e infinitamente más práctico. ¿Me decepciono? Algunas veces, sí. Pero forma parte del juego. 

Desterré el odio de mi vida hace mucho. Quise sustituirlo por la empatía, por entender el porqué de todo. A veces lo consigo, otras se queda en pena.

Pude hacerlo mejor en muchas ocasiones, pero trato de no alimentar la culpa. Todo error es aprendizaje. Lucho, eso sí, por hacer que esta bonita teoría sea real. 

Quizá digo pocos "no". Quizá se me olvida que no puedo abarcar todo, que soy humana, que no siempre puedo, y eso no me hace menos válida. 

Quiero ser tu ejemplo, por eso me obligo a pensar muchas veces antes de hablar, por eso mido mis reacciones,  por eso he cambiado hábitos, formas y verdades antes absolutas. 

Me gusta sonreír a la vida, aunque a veces se empeñe en ponerlo difícil, aunque a veces falten los motivos. Es mucho más bonito, mucho más útil, mucho más sencillo. ¡Y qué placer contagiar sonrisas!

Creo que lo más importante, mi pequeña, es dormir cada noche tranquila. Tener calmada la conciencia. Cerrar los ojos y saber que te gusta tu vida. Que podría ser mejor, pero es la que tienes, y te gusta. 
Dar gracias también, porque sabes que podría ser mucho peor. 

¿Sabes? A pesar de que hay días en que parece lo contrario, me siento afortunada. 

Me gusta mi vida. 




martes, 30 de septiembre de 2014

¿Paramos el mundo?

Tengo ganas de que todo se normalice y pueda cumplir con mi propósito de todos los días: estar. 

Vivir cada día, no pasar por encima. 

Sentir que vivo, no que paso de largo.

Cantarte historias sin prisas. (No, no me equivoqué. Cantarte, con A.)

Dejar de quejarme y sonreír con ganas. 

Estoy cansada de llegar corriendo a todas partes, de no saborear instantes. 

Quiero besarte despacio, que se pare el mundo y quedemos sólo nosotras. Que nuestro abrazo sea más largo de lo habitual.

No tener siempre en mente ese "llego tarde", "no llego", "estoy agotada". 

Que no me hablen de conciliar quienes sólo piensan en su silla. 

Que no me den lecciones, que no me vengan con sus "más vale calidad que cantidad". 

Que no pretendan engañarme, en la vida sólo puedes centrarte en una cosa si tienes intención de poner la piel. Estar en todas partes sólo te lleva a NO SER en ninguna. 

Yo quiero parar el mundo, bajarme, perderme si hace falta, pero contigo. 

No quiero que llegue el fin y arrepentirme de no haber saboreado el camino.

Lenta, tranquilamente, de verdad.

A tu ritmo, no al que me marcan desde fuera. 

¿Paramos el mundo? 


martes, 29 de julio de 2014

"¿No puedes jugar conmigo para poder comprar juguetes?"

Intentaré explicártelo fácil para que me entiendas.

Has nacido en un país llamado España. Es un trozo de tierra, sí, pero a los adultos les gusta separar trozos de tierra, ponerles un nombre y asociarles un trozo de tela de colores (lo llaman bandera). Verás que a veces pelean por ello. No hagas caso, es sólo que olvidaron que no es más que un trozo de tierra. 

Pues bien, yo quería explicarte por qué mamá está triste a veces. 

En España tenemos hijos pero no podemos disfrutar de ellos. No podemos acompañarles en el crecimiento, no podemos llevarles o traerles de la escuela. No podemos jugar con ellos por la tarde. Muchas veces, no podemos ni contarles un cuento antes de dormir. 

Estos días me miras a los ojos con tristeza cuando te digo que tengo que ir a trabajar. Tú no sabes qué es eso, no puedes comprender la obligación (te aseguro que a menudo yo tampoco), y me preguntas "¿por qué?". 
No tengo respuesta, pequeña. Porque mi única respuesta es "para pagar el alquiler, para comprarte comida, juguetes, ropa...", y me parece una respuesta tan inútil, tan poco convincente, que no puedo dártela. Me pongo en tu cerebro "desnudo" de capitalismos y soy incapaz de entender que algo tan de primera necesidad conlleve esta penitencia de robarnos tiempo juntas. Tu cerebro "virgen" debe pensar que los adultos somos tontos o estamos locos. ¿Tantas horas fuera para eso? ¿Tantas pérdidas? ¿No puedes jugar conmigo para poder comprar juguetes? 

Sí, es de locos, cariño. ¡Y eso que tú y yo tenemos mucha suerte! Que al menos (de momento), puedo ir a recogerte a la escuela, puedo jugar contigo un ratito, bañarte y hasta acostarte. No puedo despertarte por la mañana, eso es cierto. Algo tenía que sacrificar. Pero no olvides que somos "afortunadas". Hay niños que no ven a sus madres en todo el día. Hay niños que sólo juegan con ellas el fin de semana, que los demás días apenas les llega un beso de buenas noches. 

España. Este es el país donde naciste. Aquí está bien visto pasar muchísimas horas sentados en una silla de despacho. Fíjate que no te digo trabajando, te digo "sentados". Dicen en otros trozos de tierra con nombre que somos poco productivos. ¡Sin duda! ¡Si nos pagan por "cumplir" horarios establecidos! El día que nos paguen por producir bien en poco tiempo, empezaremos a ser más productivos y más felices. "Hagan el trabajo en el tiempo que necesiten, después, váyanse a casa". Estoy convencida de que nos esforzaríamos el triple, los resultados serían infinitamente mejores. 
Pero yo no tengo ni siquiera voz, aquí sólo hay cuatro que deciden, el resto agachamos la cabeza. 

Me encantaría que cuando tú tuvieras que enfrentarte a esta situación, todo esto te suene a antiguo. 

Ojalá haya cambiado algo, ojalá te dejen disfrutar de tu vida, más allá de las horas de despacho. Ojalá no tengas que buscar respuesta a ese "¿por qué?" que ahora tú me preguntas.   

Y si todo sigue igual... Entonces acepta mi perdón. Quizá debimos irnos a otro trozo de tierra... 



lunes, 21 de julio de 2014

Sobrevivir. Sin agallas

Toda una vida caracterizada por no tener agallas para tomar decisiones trascendentes. 

35 años aceptando la vida como ha venido, puede que por miedo a que venga algo peor. 

Sin plantearme que hay otras opciones, que si no me arriesgo es imposible que gane, sobre todo cuando la baraja ya estaba mal repartida de antemano. 

Tantos años creyendo a pies juntillas que los sueños que no se cumplen es porque así debía ser, sin que se me pasara siquiera por la cabeza salir a por ellos, mirarlos de frente. 

Envuelta de miedos sin entender la necesidad de enfrentarme a ellos, plantarles cara, recordarles quién manda. 

Entonces viene alguien que te explica que ha tomado una decisión arriesgada, sin un as en la manga, por el simple hecho de no querer seguir diciendo amén a la vida. 
Puede irle bien... o mal, pero sin duda, nunca le quedará el sinsabor del "qué habría sido de mí si...". No le quedará el arrepentimiento de no atreverse a mover ficha. No tendrá que pensar en sus sueños, porque ha decidido salir en su búsqueda. 

Ellos le encontrarán. 

Y muero de envidia, no puedo negarlo. De envidia por no tener el mismo valor que ella, de pena por saber que yo sigo sin plantearme esa decisión -y ninguna que se le parezca-. De agobio porque con mi quietud estoy obligándome a seguir atrapada en una realidad que no siempre me gusta, viendo mis sueños pasar por encima de mí, diciendo adiós con la mano... Partiendo hacia un futuro del que yo misma no formo parte. 

Verlo desde fuera ayuda a saber que no hacer nada nunca es buena idea. 

Que la vida no "es así", que puede ser como queramos hacerla. 

Y quizá, sólo quizá, ese pensamiento ayude a dar un primer paso. Todas las decisiones empiezan con un primer paso. 

Como esa misma persona me ha dicho... "Cuando tengas claro el objetivo, sabrás cómo alcanzarlo". 

Quizá el primer paso sea definir al detalle el objetivo, creer en él y mirar adelante, seguro que él también lo está deseando... Al fin y al cabo, ¡yo decido mi sueño! 


domingo, 6 de julio de 2014

No tengo nada que ver contigo

Siento decirte que no tengo nada que ver contigo. Y lo peor de todo, es que no QUIERO tener nada que ver contigo. 

Tú, que crees que tu hijo es un objeto, una fiera que domar, un títere que manejar a tu imagen y semejanza. 

No, no tengo nada que ver contigo. 

Tú, que prefieres dejarle llorar desconsolado para poder descansar toda la noche (descansar tú, no él). 

Tú, que le hinchas a refrescos de dudoso origen con tal de que te deje tranquila.

Tú, que le llenas el plato de ketchup para que coma todo lo que TÚ crees que debe comer.

Tú, que estás deseando que acaben las vacaciones de verano (y no han hecho más que empezar), para "perder de vista" a tus hijos. 

Tú, que hablas a gritos, en esa norma inventada de cuanta más voz más razón. 

Tú, que vas al parque para poder charlar con tus "amigas", que tu hijo juegue solo, así "espabila" y "socializa". 

Tú, que pierdes los nervios, y gritas y castigas porque no eres capaz de empatizar. Y no te arrepientes después, porque "mano dura es lo que les hace falta". 

Tú, que jamás le hablas de valores porque ni te planteas que sea necesario. 

Tú, que compras el tiempo que no estás con ellos con regalos caros que jamás sabrán valorar. 

No perderé nunca el tiempo en juzgarte o decirte lo equivocada que estás. Mi tiempo es valioso y prefiero dedicarlo a mi hija. Pero no digas que no me afecta. Como tú eduques a tu hijo me afecta más de lo que crees. Sobre esto mi querida Cata supo plasmarlo magistralmente aquí


No me pidas que me mezcle contigo. 

Jamás tendremos nada que ver.


martes, 20 de mayo de 2014

Si algún día no recuerdo...

Si algún día no recuerdo, mi niña... Hazme el favor de no olvidar tú. 

Recuerda las risas, las miradas, las canciones.

No olvides que un día fuimos una. Y no sólo en esos nueve meses en que me aseguré de darte vida. Hasta que tú me lo permitas, cariño, seremos una. 

Mis ojos seguirán mirando por ti, mis manos evitándote peligros, mi cuerpo acoplándose a tus necesidades. 

Si notas que se fueron de mi cabeza momentos únicos, abrázame con fuerza. Muy probablemente, tu olor me los devuelva. Y si no ocurre, tráelos tú. Trae los momentos mágicos, los que se grabaron a fuego, y explícamelos. Puede que siga sin recordar, pero volveré a vivirlos, y todo volverá a ser como siempre. 

Recuerda las letras de las canciones, los bailes a deshora, los dulces. 

Los saltos en los charcos, los abrazos de calma a medianoche, los despertares de cosquillas. 

No olvides que siempre te quise más que a mi vida, que tu felicidad fue mi única meta, que toda la vida la viví por ti. 

Que diste sentido a las peores pesadillas, y no sé si te lo dije lo suficiente. 

Abrázame fuerte y sentiré, a pesar del olvido, que siempre fuiste mi punto de llegada, mi hogar, mi "estar en casa". 

Ojalá no llegue nunca ese momento, vida mía, ojalá cuando sea viejita podamos explicarnos batallas y revivir historias, cogidas de la mano, riendo a carcajadas. 

Pero si olvido, pequeña... 
Si olvido, relee estas líneas, no las pierdas nunca... Y no dudes que te amo como a nada, que eres el motivo de mi sonrisa. 

Y vive, mi niña, vive profundamente, ríe y ama como si fueran recursos escasos. Vive para grabar recuerdos.

Y abrázame para traerlos de vuelta. 

 
*** Post dedicado a todos aquellos que pierden su ayer por culpa del maldito Alzheimer. En nuestras manos queda poner piel a esos recuerdos que ellos han perdido. 
Estas palabras salen por "culpa" de Màxim Huerta y su La noche soñada. Novela totalmente imprescindible. 

martes, 13 de mayo de 2014

Perdón por este mundo loco

A veces siento la imperiosa necesidad de pedirte perdón. 

Es tremendo el mundo al que te he traído. No sé si sólo tuvimos mala suerte con el país, con el tiempo que te ha tocado vivir... O es el mundo entero, que gira en sentido contrario al que debería. 

Ese mundo loco que espero cambie cuando empieces a verte obligada a lidiar con él. 

Este país de políticos muy poco políticos y ciudadanos muy poco sociables.

Ayer asesinaron a una mujer. 

Desconozco si era madre y ha dejado descendencia perdida. Pero seguro era hija, hermana, prima o amiga de alguien. La asesinaron en la calle, a tiros. Poco me importa el motivo, tan poco como de qué partido político era. Sin embargo, hay gente que justifica esa matanza, por lo corrupta, desalmada o perversa que fuera la mujer.

Jamás justifiques algo así, pequeña. 

La gente debería entenderse hablando, dialogando, incluso discutiendo. Pero nunca deberíamos tomarnos la justicia por nuestra mano. Eso NO soluciona nada. NUNCA.

Es verdad que te he traído a un país en momento de desesperación, en que la cordura parece abandonarnos, un país en que nada parece tener sentido. En que los políticos roban y se ríen de nosotros en nuestra propia cara. En que, incluso, demasiada gente ha decidido quitarse la vida antes de seguir sufriendo. 
Esos crímenes, TODOS, el del tiro en la espalda y el de la soga al cuello, son espeluznantes. 
Algo así NO DEBERÍA ocurrir, jamás. 

Pero ocurre, ojalá no ocurriera, ojalá no tuviéramos que presenciarlo, pero ocurre.

Espero que algún día puedas perdonarme, pequeña. 
Te juro que siempre he querido lo mejor para ti, incluso antes de traerte a este mundo loco. 

Seguiré intentando pintarte la vida de colores, llenando tus mañanas de risas, tus días de palabras bonitas y tus noches de dulces caricias. 

Eso no evitará este mundo loco, pero quizá nos ayude a sobrevivirlo de la manera más cuerda posible. 

No dudes nunca en pedirme esos colores, esas risas, esas palabras bonitas y esas caricias. Siempre estaré aquí, a tu lado, para hacerte más llevadero este naufragio. 

Te amo con locura, pero con locura de la buena, la que hace perder el sentido y llena todo de luz. 
La que resta dolor y suma alegría. 

De esa locura no quiero evadirme. No lo hagas tú tampoco, jamás. 


martes, 6 de mayo de 2014

Tu sonrisa apagada


Acabo de cruzarme contigo. 
No te veía desde que ocurrió. 

Tu mirada me ha atravesado el corazón. Cómo impresiona sentir que alguien se ha apagado por completo. Qué pena tan intensa me has transmitido. 

Has muerto con él. Fue él quién se colgó de esa cuerda, pero tú te has ido con él. Y tus niñas, siempre con esa sonrisa en la cara, siempre felices, también me han mirado apagadas, con la cabeza agachada. Incapaces de mirar de frente a la realidad.

No sé si existe un dios, ni si ahora mismo él vela por vosotras... Sólo espero que ocurra algo, lo que sea, que os devuelva ese trocito de vida que os ha arrebatado. Nadie merece tanto daño. Nadie merece morir en vida. 

Te conozco tan poquito... Un escaso hola y adiós en la puerta de un colegio, en el supermercado. Y hoy, ese hola nada tenía que ver con los de antaño. Ojalá hubiera tenido más confianza, más valor. Ojalá hubiera podido darte ese abrazo que me salía del alma y he apagado también, obligándolo a no salir, por no estar segura de tu reacción.

Sigo derramando lágrimas por ti, aunque de nada sirvan. 
Sigo enviándote fuerza, sé que la necesitas. 

Qué injusta es la vida... 

Y la muerte, que te ha apagado la sonrisa. 


miércoles, 23 de abril de 2014

Mi regla de oro se llama respeto

Mi regla de oro se llama RESPETO.

Respeto a madre naturaleza, porque sin ella no somos.

Respeto la vida, tamaño regalo. 
La muerte, que acecha.

Respeto a quién piensa como yo, porque me reconforta. Y al que piensa diferente, porque me nutre.

Respeto al que me da de comer, aunque no siempre me guste todo lo que hace, y no siempre me llegue, ¡menuda paradoja!, ni para comer.

Respeto a mi vecino, que cada uno en su casa tiene sus reglas.

Respeto a quien conduce, lo haga bien o menos bien.

Cuando trabajo, respeto al que está por encima, que sabe lo que hace (o debería), pero también y, sobre todo, a quien está por debajo, que necesita ser guiado, que no nació enseñado, que siempre quiere más, que nunca pretende hacer las cosas mal por el placer de equivocarse. 

Respeto tus ojos, que siempre deciden dónde mirar, deciden cómo y cuánto. 

Tus manos, que siempre piden más, que gozan cuando experimentan, que se empapan de sensaciones. 

Respeto las palabras del anciano, siempre llenas de sabiduría, incluso cuando se han perdido en su propio olvido. 
Respeto las del niño, que se atropellan unas a otras, en ese ansia por salir al mundo, por poner nombre a tanta nueva maravilla. 

Respeto cuando decides que no, tengas la edad que tengas, seas adulto o niño, que todos tenemos derecho a decir basta.

Respeto tu sonrisa, porque no sería nada sin ella. Porque de sonrisas se alimenta este mundo, de sonrisas sinceras, de buenos días aún adormilados, de buenas noches entre arrumacos. 
Respeto incluso, faltaría más, cuando no quieres sonreír. Lo respeto porque tienes derecho a indignarte, pero lucho por cambiarlo, porque todos tenemos derecho, también, a ser feliz a pesar de todo.

Me respeto a mí, para saber respetarte a ti, para exigirte que me respetes.

Y si todos nos respetáramos... 
Sería un mundo de ensueño sin guerras, sin egos, sin racismos, sin nazismos, sin odios, sin barbaries.

Ya ves, tengo la regla de oro... Todos la tenemos tan al alcance... 

Respeto 




domingo, 13 de abril de 2014

Decido poner el freno

Lo sé, mi niña. Últimamente vivo a un ritmo acelerado. 

Acepté un reto profesional interesante (para otros conocido como "pedazo de marrón"). 
No es que pase más horas físicas en el trabajo (o no demasiadas más), pero mi mente está implicada 24/7. 

¿Qué consecuencias tiene algo así? 

Se me olvidan eventos importantes en la vida de personas a las que quiero. 
Las noches ya no son sinónimo de descanso. Sueño con nuevas ideas, me desvelo preocupada por cómo solucionar las incidencias. 
Eso se traduce en sueño. Mucho sueño y cansancio durante todo el día. 

Y a lo que iba... Ese cansancio me pone mucho más difícil DISFRUTAR DE LOS MOMENTOS CONTIGO COMO MERECES. 

Conclusión: no vale la pena. No compensa esa implicación extrema. 
Lo primero siempre serás tú. 

Mi objetivo no es enseñarte a vivir a un ritmo acelerado que no te deje disfrutar de las pequeñas cosas. 
Mi objetivo no es que estudies una carrera "exitosa".
Cada uno elige qué es "éxito", pequeña. Para mí, el éxito es ese entusiasmo que pones en cada uno de tus actos. Y mi objetivo es que nunca lo pierdas. Que no te dejes arrastrar por esta vorágine. 

Aunque yo, a veces, aún permita verme arrastrada, si bien nunca conscientemente. Y, desde luego, en cuanto me doy cuenta, decido PONER EL FRENO

Gracias una vez más, pequeña, por enseñarme el mejor camino. 
Eres tú quien me guía.
Aún hay quién piensa que es al contrario... 



viernes, 4 de abril de 2014

Adivina cuánto te quiero



Como el título del cuento. Vamos a jugar. 
Cierra los ojos y piensa... A ver si eres capaz de averiguar cuánto te quiero.

Yo no tengo forma de explicarlo, mucho menos de medirlo. Porque se me escapa de las manos, me traspasa el corazón. 

Sabrás cuánto te quiero el día que entiendas que lloré al conocerte. 

Que dejé de ser yo y me siento tremendamente orgullosa de ello. 

Que contigo jamás pierdo, gano constantemente. 

Que no dudo en sacar de mi boca lo que pides de comer. 

Cuando comprendas que sólo con perderme en tu abrazo sé que la vida tiene sentido.

Que tu mirada me guía, me sirve de faro.

Que tu llanto me estremece.

Que tu dolor me mata.

Que tu frío me hiela, tu calor me abrasa. 

Que sólo veo por tus ojos, que toco a través de tus manos.

Que aprendo según avanzas, y no al contrario. 

Que, preocupada en ser tu ejemplo, doy pasos más acertados. 

Que subo al cielo con cada una de tus carcajadas.

Que tu sonrisa hace que todo valga la pena. 

Adivina cuánto te quiero... Y quiéreme, al menos, la mitad 


martes, 25 de marzo de 2014

35 vueltas al sol

Sí, hoy cumplo 35.

Hace mucho, en mis mejores sueños, jamás imaginé una vida como la que tengo. 
Así que hoy, como todos los días, voy a dar gracias a la vida.

Por regalarme esa mirada infinita que ilumina mis días, esa carcajada que lo tiñe todo de luz. Esas manitas que me abrazan cuando menos lo espero, cuando más lo necesito. 
Esa lengua de trapo que me derrite con cada te quiero. 
Ese ansia de vida, ese aprender de todo, esa alegría infinita. 

Por ese hombre que decidió acabar con las lágrimas, llenarme de besos y ternura, compartir mi aventura.

Gracias por estos 35 años, por todos. Incluso por las crueldades, porque todas escondían aprendizajes. 

35 vueltas al sol. 

Más arrugada, más gruesa, menos guapa, yo diría que hasta más bajita. Pero más vivida, más feliz, más completa y hasta más digna. 



martes, 4 de febrero de 2014

Llegó... La escuela "de mayor"

Acabo de recibir las fechas de lo que llaman "puertas abiertas" de tu futura escuela "de mayor".

Si te digo que un escalofrío me ha recorrido el cuerpo... Te juro que no exagero. 

Me da tanto miedo equivocarme... 

Lo peor es saber que lo que quiero es muy difícil. Sé que no imposible... Pero muy difícil. 

¿Y qué quiero para ti, mi niña linda?

Pues yo sólo quiero una escuela en la que aprendas a convivir, a guiarte por valores, a ser solidaria, buena persona... 

Una escuela en la que te digan lo mucho que vales sólo por ser tú, sin necesidad de tener un número 10 en los papeles. 

Una escuela en la que sonrías, y en la que te emociones.

Una escuela en la que veas por ti misma que aprender es divertido

Una escuela de la que salgas cada día con sonrisa nueva. 

Que no te carguen de libros a la espalda, sino de sentimientos en el pecho. De novedades, de inquietudes

Que fomenten tu creatividad, que te permitan ser.

Que te enseñen reglas de convivencia, por supuesto. Pero desde el ejemplo, la práctica y la coherencia, no la imposición.
 
Una escuela en la que desaparezcan los porqués a base de explicaciones con amor

Una escuela donde no hayan castigos ni represalias, que eso sólo enseña resignación y obediencia ciega.


Una escuela, en definitiva...

Que continúe la labor que ya hacemos en casa. Y que es, no lo olvidemos nunca, obligación de los padres

sábado, 25 de enero de 2014

He decidido pintar tu vida de colores

He decidido pintarte la vida de colores, de esos que te hacen sonreír. 

Y olvidarme de todo perdida en tu abrazo, porque no se me ocurre mejor manera de perderme.

Y enseñarte que la vida puede ser poco agradecida, pero duele menos si la enfrentamos con una sonrisa. 

He decidido reír al viento, como dice el libro que estoy leyendo. Reír al viento y reír contigo, mucho más de lo que ya reímos. 

Y estar siempre cerquita, por si me necesitas, por si dudas, por si flaqueas, para darte aliento.

Y rodearme sólo de personas que me completan. Las que restan las quiero lejos, que llega un momento en que mucha resta resulta cero, y si soy cero, no podré ser todo para ti. 

He decidido mostrarte que el mundo es un lugar maravilloso, aunque no siempre nos muestre su cara amable. Aunque a veces la muestre y no sepamos verla.

Que los despertares con besos serán recuerdos de sonrisas. 

Que las noches abrazadas serán siempre seguridad y cobijo. 

Y he decidido, al fin, dejar de lamentarme por momentos perdidos o vidas ajenas. 

Es esta nuestra vida. Intentaré mejorarla para ti, pero es la nuestra. Dejaremos de pasar por ella de puntillas, como si no fuera con nosotras. Vamos a vivirla, vamos a plantarle cara con la mejor de las sonrisas, vamos a jugar con ella. 

Con un poco de suerte, eso hará que ella solita se convierta en camino de rosas. 

viernes, 17 de enero de 2014

A mi ángel de la guarda

Desperté sin más, triste y enfadada con el mundo porque me tocaba trabajar un festivo. 

Cogí el móvil para evadirme un ratito, en el desayuno. Y leí.

De repente, algo se rompió en mí. Algo marchaba mal. Algo te había ocurrido. Leí... Pero no di crédito. No quería creer que estabas en el hospital. Tú no. Esas cosas no le pasan a la gente buena. 
Tú misma dijiste que sí, que era cierto. Pero me pediste que no pensara en la mala suerte, que estas cosas ocurren para ponernos a prueba... Que la vida está llena de ellas. Que aprenderás, también, de esto.

Y yo no pude dejar de llorar. Creo que las lágrimas brotaron alrededor de una hora. El pecho dolía, la distancia machacaba, la impotencia abrasaba. 

Desde ese día, yo tampoco soy la misma. Un trocito de mí está siempre contigo.

Pagaría por ver tus logros por un agujerito, mataría por cogerte bien fuerte la mano y secar tus lágrimas. 

No hablaste de injusticia. Tú no. A mí no me sale otra palabra. 

Sé que eres fuerte, incluso mucho más de lo que crees, que aprenderás una lección impagable de todo esto. 
Que te llenarás, aún más, de esa humildad que te caracteriza, y esos valores, que son tu bandera, ya nunca cojearán. 

También sé que tú no lo necesitas, porque estás rodeada de gente que es puro amor, pero yo me muero por darte ese abrazo que te debo. Ahora más que nunca. Yo sí lo necesito.

Te echo mucho de menos, espero ansiosa tu regreso a la normalidad (sea la que sea), y te sigo enviando toda la buena energía de mis días. Sé que te llega, porque eso no entiende de distancias. 

Coge fuerzas, querida, empápate del amor que recibes, y vuelve. Vuelve a ti misma y sigue deleitándonos con tu presencia. 

Aquí me quedo, esperando tu sonrisa. 


martes, 7 de enero de 2014

Ante el insulto, respeto

Hay días en que me siento horriblemente juzgada, terriblemente  criticada...
Pero me abrazo a ti, todo lo fuerte que soy capaz, y vuelvo a coger las fuerzas que necesito.

Vuelvo a estar segura de que respetarte es, y será, siempre la mejor opción. 

Porque el RESPETO es siempre el único camino para la buena convivencia, la mejor opción para crear un futuro estable. 

Porque incluso esas voces críticas, que usan la ironía y el desprecio como arma arrojadiza, reciben como respuesta mi respeto. Sobre todo, porque suelen gritar más alto cuando estás tú delante, y sólo hablando con respeto te mostraré el ejemplo, te ensañaré que jamás hay que ponerse a la altura de la mala educación, porque eso la alimenta.
Que responder al insulto con insulto no es más que dar la razón al que pretende hacer daño. Y, por qué no, también es darle alas, hacerle creer que tiene algún valor. 
Cuando en realidad, cariño mío, el insulto no vale nada, es sólo el arma que utilizan quienes no saben respetar la voz ajena.
El insulto por pensar diferente sólo muestra falta de inteligencia, mi niña. Y ante una carencia así tampoco vamos a responder atacando. 
Usaremos el ataque para aprender, como hacemos con todo. 
Puede que hasta nos compadezcamos de quien necesita hacer daño para creer en sí mismo. 

Y, aún así, no intentaremos cambiarle.

Porque cada uno es como es, y necesita lo que necesita.

Yo sólo necesito tu abrazo, y la luz de tu sonrisa para saber que estoy en el buen camino. 

A pesar de los que juzgan.