jueves, 29 de enero de 2015

De infancias rotas y toma de decisiones

Yo también fui niña. Aunque jamás tuve un sueño. No me dio tiempo a soñar. 

Fui niña sin padre, con madre enferma. Sin ninguno de los dos a los 13. 
O sea, crecí, a la fuerza, sin un referente. Tan solo una abuela siempre triste y rencorosa (enviudó a los 42, sobrevivió a dos hijos... No seré yo quien la culpe, por supuesto que no).
Una tía muy cercana a la que no le apetecía cuidar de sus propios hijos (aún menos de sobrinos). 
Una hermana siete años mayor que nunca supo gestionar el dolor por la ausencia paterna ni asimilar las verdades que solo ella conocía. 
Un hermano, once meses menor, que decidió crear un mundo paralelo. Intentó encajar en todas las tribus urbanas del momento, ahora sé que en busca de ese grupo de referencia que faltaba en casa. 
Nunca encontró su sitio. Me consta que lo sigue buscando, entre mentira y mentira, entre falsas historias de amor eterno... Acumulando rencores, deudas, soledades. 

En esas crecí, sin plantearme jamás que la vida pudiera ser de otro modo. Alguna vez sí envidié, lo recuerdo, tener una familia normal, de las de domingos en el parque y agostos en la costa. Pero asimilé que nunca la tendría, y seguí mi ruta. 
Pude refugiarme en la "mala vida", tan asquerosamente común en el barrio de las afueras en el que crecí. Pude buscar también yo ese grupo de referencia en quien me ofrecía colocón a cambio de olvido. 
Pero no lo hice. Jamás probé una droga. Y jamás he sentido, siquiera, la más mínima tentación, o curiosidad. Sabía que era malo, con eso tenía suficiente. Mi exagerado sentido de la responsabilidad (no sé si innato o adquirido de forma obligatoria, pero siempre presente) hizo el resto. 

Me refugié, eso sí, en los libros.
Leía encerrada en mi cuarto, en aquella casa de gritos, tristeza y apuros. Recreaba historias, me empapaba de otras vidas, volaba. 
Gané concursos literarios en la escuela, fui nombrada "responsable de la biblioteca", escribí, escribí, escribí. 
Me regalaron un diario siendo muy joven, creo que por la Primera Comunión. Pregunté y me dijeron que ahí debía escribir las cosas buenas y malas que hacía cada día. Aquello me aburría, y decidí dar rienda suelta a mi mente, plasmar en aquellas páginas, libres de juicios y sanciones, las emociones que bullían, que se atropellaban; los pensamientos que ni yo misma entendía. 
Esa fue, con total seguridad, mi tabla de salvación. Mi PNL de estar por casa. El único motivo por el que no me volví (del todo) loca. 

Nunca fui una niña normal, ni siquiera una adolescente normal. Pero al menos enderecé mi cabeza, y mi vida. 

Quizá por eso haya decidido ser MADRE CONSCIENTE Y MUY PRESENTE. Quienes hemos sufrido carencia afectiva en la infancia sabemos, de primera mano, lo imprescindible del amor incondicional. Sobre todo, cuando el mundo se te queda grande, cuando nada encaja. Es entonces cuando ese amor hace de guía, de cobijo, de bastón. 

Quizá por eso, también, me enojo cuando escucho ese tan común "Cayó en la droga (sustituible por cualquier otra conducta desadaptativa) es normal, con la infancia que tuvo...". NO, señoras y señores. La vida entera es decisión de cada uno. Los sucesos son los que son, pero tú decides cómo afrontarlos, cómo gestionar la emoción que suscitan. Yo me equivoqué mil veces, me dejé tratar mal, pensando que el no-amor era lo "lógico", me arrepentí de palabras dichas y de lágrimas tragadas. Pero todo, todo, fue mi decisión. También decidí aprender de los errores, levantarme aunque no supiera para qué; seguir adelante, aunque no tuviera destino. 

Quizá por eso, también, me siento tan  afortunada por mi vida actual. Tanto, que no dudo ni un segundo en asegurar que volvería una y mil veces a pasar por todo ello si el premio es lo que tengo ahora. 

Quizá por todo aquello, me duele el alma si veo un padre o una madre que ignora conscientemente a su hijo. Sé qué siente el hijo, o qué puede sentir, porque al fin y al cabo mi falta de apego fue inevitable, no premeditada. 

Cuando me dicen "no vas a poder quitártela de los brazos jamás", "se va a enmadrar", "te va a necesitar para todo", solo pienso... ¡Qué suerte tiene mi niña!

Sé que, salvo casos enfermizos, todo padre ama a su hijo por encima de todo, de eso no me cabe duda. 
Demuéstraselo. 
Díselo. Mil veces al día si es necesario. 
Abrázale fuerte, que sienta el calor. 
No le ignores jamás, necesita saber que estás, en el más amplio sentido de la palabra. 
Mírale a los ojos, háblale de sentimientos, haz que confíe en ti. Confía tú en él. 
Respétale como merece, no sabes qué imprescindible es el ejemplo. 
Se trata, nada más, de AMAR en mayúsculas, sin miedos, sin tapujos, sin barreras. 

Ni siquiera es un consejo... Es una súplica. 


viernes, 9 de enero de 2015

Ya han decidido por mí

Sí, a mí también me gustaría ser la mejor en lo mío. 
Pero resulta que "lo mío" no es por lo que me pagan.

"Lo mío" es ser madre. 

Pues sí, quizá me gustaría ser bimadre. 

Pero para ello tendría que dejar aquello por lo que me pagan. 

O dejarme el sueldo en guardería. 

O dejar sin su vida a un familiar. 

La paradoja está clara... Si lo dejo, no tendré dinero para subsistir, no podré dar a esos dos hijos lo necesario. Y si no lo dejo, no podré ser madre consciente y presente, que es la única forma en que yo concibo ser madre. 

Así pues, ya han decidido por mí. 

Por mucho que mi instinto últimamente me desgarre. 

Por mucho que sueñe con ver a mi hija convertida en hermana mayor. 

Por mucho que necesite el olor a bebé de nuevo. 

Por mucho que se me ponga la piel de gallina de nostalgia, todavía, cada vez que veo una embarazada.

Por muy grande que sea la certeza de que esta segunda vez me equivocaría menos, o lo seguiría haciendo, pero con menos drama.

Por mucho que pueda asegurar que, esta vez sí, estaría convencida de mis decisiones.

Por mucho que llore en silencio, sabiendo que me arrepentiré cuando sea tarde. 

Por mucho que sienta, piense, llore o dude. 

Ya han decidido por mí. 

P.d. Y, como siempre, escucho el consejo no solicitado. Ese de "no seas tonta, quédate embarazada, de todo se sale". Y no lo dudo, pero, ¿a costa de qué? ¿Cuál es el precio a pagar?